No ves que blanco soy

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¿No ves que blanco soy? apela al lector, y a todos los cuerpos que van tejiendo la trama de esta obra. No porque descrea de nuestra capacidad de ver, sino porque confía en nuestra habilidad para observar los mínimos detalles y nos incita a estar atentos para dejar de “ver sin ver”, para que luego del mirar venga la reflexión (¿no ves que esto es así?, ¿o qué te pensabas?).
Lejos de ser una apelación soberbia, es una desesperación compuesta en cinco partes, como cinco movimientos de ballet, como un mapa musical, como un álbum de fotos donde conviven todos los amores mezclados: lo infantil, lo familiar, lo escolar pero también lo erótico y lo trash.